En horas, un nuevo aniversario de la declaración de la Independencia de nuestro país. En esta oportunidad 207 años de aquella decisión de congresales representantes de las provincias, aunque no de todas, que acordaban romper los vínculos de dependencia política de las Provincias Unidas del Río de la Plata con la monarquía española.

Afortunadamente  el revisionismo histórico, tantas veces criticado, nos pone en contacto con otras miradas que interpretan los hechos y se contrapone  a aquellas historias transmitidas en especial a través del contenido  curricular del sistema educativo argentino.

Daniel Balmaceda, periodista e historiador argentino, nos aporta otra mirada de aquellos históricos hechos:  “Sin querer faltarle el respeto a la Vuelta de Obligado, es el día de la Soberanía, porque es el día en que empezamos a ser nosotros, por nosotros mismos. Desde 1810 hasta 1816, lo que logramos fueron en todo caso gobiernos autónomos. Pero en 1816 se logró que San Martín no tuviera 5 mil rebeldes cruzando Los Andes sino representantes de una nación soberana. Es un cambio fundamental” y prosigue en relación al histórico 9 de Julio, “La bandera de Belgrano, de 1812, fue bandera en serio a partir del 21 de julio de 1816, cuando se la aceptó. Entonces, el 9 de Julio es clave. Y aparte es el consenso de las principales ciudades del territorio. Ya no es una decisión de Buenos Aires como fue la Revolución de Mayo. Es una lástima que no se conozca más a las personalidades del 9 de Julio”.

Respecto a aquellos hombres que participaron del Congreso en Tucumán Balmaceda sostiene que  poco se difunde y profundiza sobre sus roles o participación: “Históricamente fue Laprida, que ocupaba la presidencia del Congreso durante el mes de julio. La presidencia iba rotando. Por eso quedó un poco por encima del resto, pero popularmente se conocen más los nombres de los nueve integrantes de la Primera Junta, que de los 29 que declararon la Independencia. Medrano, Godoy Cruz, Uriarte, Bulnes… pasan desapercibidos. Había muchos abogados, militares y eclesiásticos, también algunos comerciantes. Por supuesto eran todos hombres. La mujer tenía mucho peso en la casa y estaba muy presente, pero en la actividad política oficial quedaba relegada”.

Aunque podamos pensar que aquella declaración solucionaba los problemas económicos, políticos y administrativos del país, sería minimizar el proceso de la ansiada unidad nacional en libertad e independencia. Por el contrario, es la iniciación de largos caminos, con avances y retrocesos, nada diferente a la actualidad:  “Recién en 1860 se logró la unidad nacional. Tardamos 50 años. En 1816 ocurre que un gran porcentaje del territorio se puso de acuerdo. No todo, porque no estaba el Litoral, tampoco la Banda Oriental. Pero estuvo esa decisión fundamental de comenzar a ser nosotros”, señaló el historiador.

En cuanto al emblemático lugar en Tucumán, Balmaceda en varias oportunidades fue muy enfático: “Nada de casita de Tucumán, ese diminutivo con el que tanto insistían en la escuela primaria y que venía como epígrafe en las imágenes que revistas como Billiken o Anteojito traían para recortar y pegar en el cuaderno. Nada de casita porque así no se llama y porque ese intento de minimizar ofende a sus coterráneos. El nombre apropiado, el que está a la altura de los acontecimientos, es Casa Histórica de la Independencia”.

La Casa Histórica

En cuanto a ella nos cuenta: “Así corresponde llamar a la edificación en la que, el 9 de julio de 1816, se firmó el acta que declaró la independencia de estas tierras y terminó de deshacer el vínculo colonial con España. El nombre de la calle por el que se entra a la casa, que hoy es un museo, empieza a contar la historia: actualmente se llama Congreso de la Independencia, pero en aquel entonces el nombre era Calle del Rey. Esa casa funcionó como dote del casamiento de Francisca Bazán con Miguel Laguna. El padre de Francisca entregó la propiedad para consagrar el matrimonio, y cuando ya la administraban sus hijos, tras sus muertes, la pusieron en alquiler para obtener una renta. En 1812, la parte más cercana a la calle fue alquilada a comerciantes que vendían comestibles, mientras que toda la edificación posterior al primer patio interno fue alquilada al Estado tucumano».

«La parte que usaba el Estado funcionaba sobre todo como Aduana, pero luego de la batalla de Tucumán de 1812, en la que el ejército comandado por Belgrano venció a los realistas, se improvisó allí un hospital en para atender a los heridos. Lamentablemente no hay documentación, pero es muy probable que Belgrano haya estado en la Casa de Tucumán antes de volver allí en el año de la Independencia», sostiene Balmaceda.

La Casa Histórica fue la ubicación alternativa para la reunión de diputados de todo el país que debatieron y confeccionaron el acta independentista: «El Cabildo tucumano podía surgir como opción principal, pero para no mezclar a los diputados de todo el país con los legisladores provinciales se decidió que se hiciera en la casa que el Estado ya alquilaba: hubo que derribar una pared para unir dos salones y allí se sesionaba. Ese fue el único salón que se conservó de la construcción original: el resto, que se deterioró por la falta de mantenimiento, se derribó y volvió a construirse. La única foto de la fachada original, hecha por un italiano en 1869, sirvió de guía para esa reconstrucción”,  explicó Balmaceda.

Finalmente, a manera de apostillas del histórico día sostiene: «El día que se firmó había unas 31 personas: todos eran varones. Pero contemplando a algunos asesores, en las reuniones más numerosas pudo haber unas 40 personas. La única mujer que acompañó hasta Tucumán a uno de los congresales fue Calixta Tellechea, esposa de Juan Martín de Pueyrredón, que representaba a San Luis”.

Daniel Balmaceda- Periodista graduado en la Universidad Católica Argentina. Miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Histórico Municipal de San Isidro. Miembro titular y vitalicio de la Sociedad Argentina de Historiadores y miembro de la Unión de Cóndores de las Américas. En 2015 fue distinguido como Personalidad destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. En 2019 fue distinguido como Personalidad destacada de origen vasco por la Fundación Vasco Argentina Juan de Garay. Editor de las revistas Noticias, Newsweek, El Gráfico, Aire Libre, La Primera y Periódicos de la Historia, material realizado para colegios secundarios. Entre 1989 y 1993 presidió la Fundación Cristóbal Colón. Fue jefe de Prensa de las secretarías de Industria, Comercio y PyMEs; y de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación. En televisión fue productor de Perdona Nuestros Pecados, Televicio y Móvil 13. Es colaborador del diario La Nación. Lleva publicados más de veinte libros, entre ellos:  Historias de corceles y de acero, El apasionante origen de las palabras, Qué tenían puesto: la moda en la historia argentina,  Belgrano, el gran patriota argentino

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