“El indio comechingón, dueño y señor de las sierras, no sabe que han de llegar hombres de lejanas tierras. El aire huele a poleo, a suave menta y tomillo, mientras desgranan sus trinos los zorzales y cuclillos… Bajando del Tucumán, cruzaron por Quimilí, llegan a Quisquisacate, los hombres que trae Jerónimo Luís. Desenvainando su espada, ramas de sauce cortó, en nombre del Rey de España, por obra y gracia de Dios. Así nació mi ciudad, la Córdoba soñada de la Nueva Andalucía, una mañana invernal, a la orilla del cauce majestuoso del Suquía” (Cantata de la Fundación)

El 6 de julio nuestra Ciudad de Córdoba celebra 450 años de historia, desde el momento en el que Jerónimo Luis de Cabrera decidió fundar, a orillas del Suquía, la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía, como forma de homenajear a su ciudad natal y, según otras opiniones, la ciudad de origen familiar de su compañera Luisa Martel de los Ríos.

Una de las particularidades de este trascendental episodio de la historia, es que el acta fundacional, registrado todo de manera legal por el escribano del Rey de España, Francisco de Torres, y firmada obviamente por puño y letra de Jerónimo Luis de Cabrera, es un documento que aún existe y se encuentra en el interior del Palacio 6 de Julio, al resguardo de la Asesoría Letrada de la Municipalidad.

“En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios ve dadero y en el asiento que en la lengua originaria se llama Quisquisacate, en presencia del escribano de su majestad, Francisco de Torres, su secretario y testigos, se funda esta nueva ciudad, en este asiento cerca del río que los indios llaman de Suquia”, indica el histórico documento.

Esteban Dómina, reconocido historiador cordobés, es autor de los mejores relatos sobre la Fundación de Córdoba, entre algunos de ellos podemos encontrar: -El Acta Fundacional- “es una crónica fantástica, detallada, es poder escuchar la voz de Cabrera. La burocracia española era muy adepta a las formas y a la solemnidad. Entonces esta acta cuenta de qué se trata, describe el lugar, habla sobre el escudo de Córdoba original, el cual fue diseñado por el propio Jerónimo. Todo eso consta allí”.  Y agrega: “Jerónimo le cambia el nombre al Suquía por Río San Juan. Córdoba de la Nueva Andalucía fue un nombre en homenaje a su compañera Luisa Martel de los Ríos que era americana, pero la familia de ella era de Córdoba, España. Él llegó con un centenar de acompañantes y no hubo grandes conflictos. Los hermanos comechingones eran más bien pacíficos, no hubo enfrentamientos, salvo un episodio en Ongamira. Ese día del acta no hubo problemas. Imagino a los comechingones mirando esta escena, mirando a esta gente con armaduras, yelmos, caballos que acá no había, vacas”.

Dómina destaca que el acta fundacional de Córdoba es “muy puntillosa” porque va describiendo todo lo que sucede: “El acta es como una crónica periodística, es muy valiosa para Córdoba porque es un tesoro, una reliquia que ha subsistido y buena parte de ese momento fundacional tiene la particularidad que a partir de allí se desarrolló una relación empática con sus fundadores, algo que no se ve en otro lado. Esa imagen de Jerónimo es muy entrañable, muy amigable y los cordobeses se la apropiaron. Se le llama Don Jero, algo que no pasa en otras ciudades”.

También describe el historiador: “Jerónimo Luis de Cabrera llega con recursos económicos desde Charcas, donde lo nombraron gobernador interino, hasta que la corona lo designa realmente. Y él tiene que fundar ciudades en el norte y sigue hasta la zona de comechingones e inventa esto de Córdoba de la Nueva Andalucía, que no estaba dentro de los primeros planes. Luego busca fundar un puerto y termina siendo ajusticiado por no haber cumplido las órdenes”.

«A orillas del río Suquía (hoy Barrio Yapeyú), Jerónimo Luis de Cabrera desenvainó su espada y sableó las ramas de un sauce, mientras el sacerdote Francisco Pérez sostenía la cruz de madera y bendecía el sitio. El escribano del Rey, Francisco de Torres, labró el acta donde hizo constar la fundación de Córdoba de la Nueva Andalucía».

Tras la fundación, Don Jerónimo “procuró la creación de un puerto que permitiera conectar a la región con el océano Atlántico, para ir por vía marítima a España, sin pasar por Perú. Llegó a orillas del Paraná y fundó el puerto de San Luis de Córdoba, en el desaparecido fuerte Sancti Spiritus, primer asentamiento en el actual territorio argentino fundado por Sebastián Gaboto”, según detalló Dómina.

A su regreso a Córdoba, Cabrera se encontró con que el rey de España, Felipe II, había designado en su reemplazo como gobernador de Tucumán a Gonzalo Abreu de Figueroa.

Dómina describe a Abreu de Figuera como “un sujeto de mal talante, que tenía diferencias personales con Cabrera a raíz de cuestiones familiares. El flamante gobernador despachó a un capitán a Córdoba, con la misión de destituir y tomar prisionero a Cabrera, confiscando sus bienes y llevándolo preso por el cargo de usurpación y traición al Rey. Era el precio que pagó por su desobediencia”.

“Don Jerónimo sufrió la cárcel y mediante un juicio sumario fue condenado y ejecutado con el garrote vil, un método destinado a los peores reos”, señaló el historiador.

Así, la ciudad creció sin su fundador y se trasladó, como él había decidido, a la orilla vecina. Su segundo, Lorenzo Suárez de Figueroa, en un plano de 70 manzanas, dispuso la ubicación de la plaza principal, la iglesia mayor, el cabildo y las casas de los principales vecinos.

Felices 450 Años para nuestra querida Ciudad de Córdoba!

Extractos de Esteban Dómina- Julio 2020- Vía Pais

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